A lo largo de su recorrido, y por unos minutos, el desfile procesional se detiene en tres lugares, «los Cuatro Cantillos», donde antiguamente se encontraba la iglesia de la Columna, la puerta de la iglesia del Nazareno y la puerta del Convento de Monjas Mínimas. El trono del Cristo se vuelve mirando a su madre. Entre los dos queda la escena del calvario representada por el Cristo de la Misericordia.
El Sampedro de los campanilleros, acompañado por el San Matías del Apostolado de las Cruces, se dirigen hacia la presidencia, para solicitar del Hermano Mayor el permiso y hacer la caída. Durante este trayecto, el campanillero jefe no deja de tocar la campanilla con un toque lastimero.
A su llegada a los pies del Cristo el toque de campanilla cesa para dar paso al triste sonido de la trompeta. Alrededor tanto el público como los horquilleros se arrodillan, y los asistentes musitan un Padre Nuestro. Escenificando como en el Auto Sacramental que siempre fue, esta cofradía recoge durante este acto la representación de las caídas de Cristo cargado de la Cruz camino del Calvario.