Formando parte de la predicación de la pasión y muerte de Cristo, que se realizaba en la Iglesia de Santo Domingo, se encontraban las sentencias y las embajadas.
Eran cantadas al modo en que hoy lo es la «embajá» de la Cofradía del Huerto. Actualmente la cofradía ha conseguido recuperar las letras y la música, de un sonido repetitivo y cadencioso que simulaba los pregones y sentencias que antiguamente se cantaban en las calles y plazas de los pueblos.
Más arriba hemos hablado de la costumbre de llamar al Rosario de la Aurora cantando y tocando la campana, lo que guarda similitud por un lado con la salmodia que iban cantando dos niños delante del trono con un cetro en el que colgaban unos roscones:»Esto se hace en memoria de Jesús del Dulce Nombre.»
Debemos tener en cuenta así mismo, la existencia en nuestros pueblos de pregoneros, que anunciaban los actos y sucesos más importantes, entre ellos las sentencias y condenas a que eran sometidos los delincuentes.
Probablemente el pueblo unió, como tantas otras veces, su vivencia cotidiana con la espiritualidad dando lugar a estas sentencias y embajadas.
Las letras de los pregones y sentencias son las siguientes:
SENTENCIA DEL ETERNO PADRE
Esta es la recta sentencia
que el Eterno Padre manda
que en su Unigénito Hijo
con todo el rigor se haga;
por ser fiador del hombre,
para dar entera paga
por sus delitos y culpas,
por su rebeldía ingrata;
para redimir la culpa
primera que Adán pecara
y salgan de las tinieblas
los Santos Padres que estaban
aguardando que viniera
el que prometido estaba.
Así su Bondad Divina
y Voluntad Soberana,
dispone que muera el Hijo
porque así a su siervo salva;
manda ser crucificado
sirviendo la Cruz de ara;
muera ese manso Cordero
para que así satisfaga
a la Justicia Divina
por el Hombre a quien tanto ama;
pues su amor así lo quiere,
sufrirá afrentosa muerte
y después la Eterna Patria.
EMBAJADA DE LA VIRGEN
¡Dios te salve!, Virgen Pura,
desvalida y sin consuelo,
que no tienes más caudales
que penas y sentimientos.
Eres la Reina del Cielo,
estrella del Universo,
aunque las tocas son tuyas,
quien las compre yo las vendo
para ayudar a enterrar
al Rey de la Tierra y Cielo.
LA SENTENCIA DE PILATOS
Esta es la recta justicia
que en el Tribunal se ordena
al Presidente Pilatos,
para escarmiento y en pena
de este Hombre sedicioso,
fanático y que blasfema
ser el Mesías venturoso,
según en la Ley se expresa,
afirmando que su Padre
es dueño de Cielo y Tierra,
siendo Hijo de José,
carpintero en Galilea
y de una Mujer María,
padres de muy baja esfera;
y por su extraña osadía
y su entrada rara y nueva;
¡en Jerusalén con ramos
entró como si Rey fuera!;
por oponerse al tributo
que tan debido es al César,
manda el Imperio Romano
que entre dos ladrones muera
crucificado en un leño,
y su causa se refiera
fijada en él, donde el pueblo
entienda bien y confiera
sus maldades, y dijera:
«¡Jesús, el Rey de Judea!»;
y así se manda que conste
para que su muerte sea
con tanto mal, y que acabe:
«¡Por su delitos y culpas
mandaron crucificarle!».
EMBAJADA DE SAN JUAN
¡Dios te salve!, Virgen Pura,
Hija del Eterno Padre
y Madre de mi Maestro,
prepara y no te acobardes
para sufrir estas penas
y estos martirios tan grandes
que a mi Divino Maestro
hoy los verdugos le hacen.
Dentro de Jerusalén,
con sogas a la garganta,
de tribunal en tribunal
como a un ladrón ya lo atan.
Ya le han firmado su muerte,
y el pueblo al César clamaba:
«¡crucifiquen, crucifiquen!»
y a Pilatos se lo mandan;
el juez, viendo su inocencia,
al punto sus manos lava,
y como el pueblo le invoca:
«¡crucifiquen, crucifiquen!»,
él, temeroso del César,
y más de fuerza que haya,
firmó de muerte sentencia,
el viernes por la mañana;
forzoso será que muera.
Le coronaron de espinas,
y con una cruz a cuestas
por la calle la Amargura
para sufrir más afrentas.
Ya suenan las griterías,
las trompetas y pregones,
sus Divinos Pies descalzos
quebrados a tropezones;
una mujer atrevida
su hermoso rostro limpióle;
dio su cuerpo tres caídas
antes de llegar al monte;
para ayudarle a la cruz
un Cirineo le ponen,
lo van a crucificar
en medio de dos ladrones.
Oh! pues si queréis ver
caminemos de contado,
que por pronto que lleguemos
ya lo habrán crucificado.