Portaba el Apostolado de las «Diademas» cetros o bastones en los que se recogían los símbolos de la pasión, a fin de crear un mayor efecto catequético, existía además otra sección de los evangelistas que acentuaban este sentido, portando éstos los símbolos respectivos de los cuatro autores de los Evangelios
Los evangelistas solían añadir a su vestimenta unos mantos blancos cruzados sobre el pecho y sustituían los símbolos de su martirio por unos cuadros ovalados, que cogidos a modo de escudo por su parte trasera, llevaban en la delantera un grabado del evangelista correspondiente.
Ambos vestían de un modo similar, túnica azul con cinturón de esparto y diademas metálicas pintadas en rojo y amarillo que llevaban por un lado una imagen de un Cristo portador de cruz y el nombre del apóstol o evangelista y por el otro el número y el símbolo del martirio que este recibió.
Por su parte el apostolado de las cruces debió tener un carácter en el que predominaría más lo penitencial que lo puramente catequético.
Su origen se puede encontrar en aquellos hermanos flagelantes o penitenciales, que tan populares hizo el dominico valenciano San Vicente Ferrer. Formarían parte de cortejos penitenciales, muy habituales desde entonces, en las predicaciones y establecimientos de la orden.
Las prohibiciones sobre abusos en los flagelantes que se venían cometiendo por algunas cofradías, dictadas por Carlos III, dieron lugar a que sólo de forma anónima se pudiera ejercitar la penitencia. Este «Apostolado de las Cruces», como se le llama en los documentos más antiguos a fin de distinguirlo del anterior, está formado por el Colegio Apostólico: los doce Apóstoles cargando su cruz más San Matías. Vestidos con túnica morada y toca que les cubre su rostro, van coronados de espinas y con sandalias como calzado, ceñidos por un cinturón de esparto.